miércoles, 9 de abril de 2008

Robbie Williams y Nicole Appleton: Fin de la historia

COMO ROBBIE ME ROMPIO EL CORAZON DOS VECES
Algo horrible iba a ocurrir en Río… All Saints habíamos estado en Méjico y Argentina y estábamos volando hacia Brasil, cuando miré por la ventanilla del avión había una enorme tormenta. Vi caer un rayo y tuve un horrible presentimiento. Empecé a temblar. La Relaciones Públicas de la discográfica se sentó a mi lado. ‘Robbie Williams es un tipo encantador’, dijo, ‘tienes mucha suerte de estar prometida con él’. ‘Si’,dije, ‘soy muy feliz’. Dije esas palabras, pero no me las creía. Cuando volvimos al hotel, fui derecha a mi habitación y la luz de mensajes de mi teléfono estaba parpadeando. Sabía que era de Rob y me daba miedo oírlo. ‘Soy yo’, decía Rob, ‘llámame’. Podía notar en su voz que algo no iba bien. Estaba bien cuando le había dejado seis dias antes, y estaba bien anoche cuando hablamos por teléfono, pero ahora… Marqué el número de Rob en Inglaterra. ‘¿Qué pasa?’, le pregunté. ‘No nos vemos lo suficiente’,dijo Rob. ‘Creo que deberíamos terminar nuestra relación’. ‘Estamos prometidos’, dije, ‘¿significa eso algo para ti?’. ‘Si’, dijo Rob, ‘Significa algo. Pero estoy confuso’. ‘Sabía que algo iba a pasar’. Eso fue todo lo que pude decir: ‘Lo sabía’. Yo me mantuve muy tranquila y no grité. Rob había tomado una decisión, no había más que hablar. ‘¿Eso es todo?’, le pregunté. Su voz sonaba muy baja. ‘Si, es todo’. Colgué el teléfono y empecé a llorar y a gritar. Nos quedaban cinco dias en Brasil antes de irnos a casa. ¿Cómo podía hacer eso cuando yo estaba tan lejos y con tanto trabajo? ¿Por qué no había esperado hasta verme?. Yo estaba llorando tan alto que las otras me oyeron y vinieron a la puerta. ‘¿Qué pasa?’, yo no quería decírselo. Ellas querían a Rob y veían nuestra relación, con todos sus altibajos, como algo especial. No podía soportar que todo el mundo supiera que se había acabado. Yo no quería hablar ni abrir la puerta. Y cuando me senté allí llorando, pensé en el bebé al que había renunciado, el bebé de Rob, después de abortar a un niño que quería desesperadamente conservar. Ahora también había perdido a Rob. Enfadada, desesperada, aterrorizada, el dolor era tan agudo porque sabía que era yo la que había borrado como una imbécil la línea que separaba mi vida personal y la banda. Era una marioneta que nunca hacia lo que quería hacer. Había un cementerio en mi vientre, y era por mi culpa. Bang! Bang! Bang!... Los golpes en la puerta de mi habitación continuaban y al final la abrí. Cuando Nat, Mel y Shaznay me abrazaron, empecé a llorar más. Estaba afectada por el desfase horario y por el shock. Shaznay fue al mini bar y me sirvió un trago. Ninguna sabía que hacer. Les llevó una hora enterarse de lo que había pasado porque yo se lo iba contando a trozos. Lo único que pensaba era: Tengo que trabajar cuando lo que quería era estar en casa escondida bajo el edredón. Eran las dos de la tarde y no trabajábamos hasta el dia siguiente. ‘¿Podemos ir al bar del hotel?’, pregunté. ‘Quiero emborracharme’. Me quité mi anillo de compromiso. Rob me lo había dado una mañana de verano a las 5 de la madrugada después de que yo acabara de llegar de Japón y hubiera ido derecha a su casa. El estaba en la cama y yo entré de puntillas y a continuación sentí como se revolvía. Se levantó de la cama y se puso de rodillas. ‘¿Te casarás conmigo?’. ‘Si’, dije, ‘Si, lo haré’. Tenía un precioso anillo para mi, antiguo, con diamantes tallados como esmeraldas. Era demasiado grande, pero me lo puse de todas formas. Ahora me había quitado el anillo y me había quedado una marca blanca alrededor del dedo. No podía quitármela y era como si me dijera: Estabas prometida con Rob y ahora ya no lo estas. El bar estaba cerrado así que acabamos en el sitio donde vendían bocadillos. Junto con Nat, nuestra asistente Shiara Juthan y nuestro representante de la gira Johnny Buckland, me emborraché con tequila. Tomé 20 copas en dos horas. Me sentía fuerte y descuidada y totalmente diferente de cómo yo era. Estaba intentando olvidarme de todo. Estaba muy enfadada con Rob y aterrorizada ante la idea de tener que hacer entrevistas y actuar al dia siguiente, había tanta gente que contaba conmigo. Quería que todo desapareciera. ‘Quiero ir a dar un paseo por la playa’ Eran las cuatro de la tarde. El sol brillaba, la playa estaba desierta. Empezamos a pasear pero yo me quedé atrás. Todas siguieron adelante. Todo es culpa mía. Todo es culpa mía. No podía quitarme esas palabras de la cabeza. Me volví hacia el agua y empecé a caminar dentro del océano. Me preguntaba como sería sumergirme completamente. Solo tenía que seguir caminando. ‘Nicole’, me gritó Shiara. Corrió dentro del mar y me sacó fuera. ‘¿Qué estas haciendo?’, me preguntó. ‘Voy a seguir andando’. Parecía muy fácil. Simplemente poner un pie delante del otro. Luego otra vez las lágrimas. Estaba lejos de casa, lejos de cualquier cosa que pudiera consolarme. No había respuestas para nada, mi vida era un desastre. Shiara me llevó de vuelta al hotel. Tenía la ropa mojada, así que fui a mi habitación. No había ningún mensaje de Rob. No podía quedarme allí, esperando sin que me llamara. Tenía el corazón destrozado. Volví al bar y me tomé algunas copas más. Me daba todo igual. No me importaba nada. Cuando Shaznay y Mel se fueron a la cama, yo me quedé con los otros. Todavía seguía bebiendo a las 7 de la mañana y las primeras entrevistas iban a comenzar a las dos de la tarde. Volví a mi habitación. Me sentía como un zombie, pero no podía dormir. Me iba a explotar el corazón. A las 2 de la tarde Shiara llamó a mi puerta. ‘¿Estas bien?’, preguntó. ‘No he podido dormir’. ‘Tienes que comer algo’, dijo. ‘Tienes que hacer las entrevistas abajo en la piscina’. ¿Comida?, solo pensar en ello me revolvió el estómago. ‘Sopa de tomate’, dije, ‘Creo que podría comer eso’. Shiara me trajo la sopa e intenté comer algo, pero la mezcla de alcohol y dolor me había revuelto el estómago. ‘Deja que me quede aquí un poco más’, dije. ‘Me reuniré con todos vosotros abajo en la piscina’. Rob, la resaca, la culpa – era una mezcla mortal. Me puse unos vaqueros y me miré en el espejo. Me miré en el espejo. Parecía una cría vestida de payaso. Tenía la cara demacrada, los ojos hundidos. Me recogí el pelo. Siempre he sido muy cuidadosa con mi aspecto, pero aquel dia me encontraba tan mal que no me importaba. Me puse unas gafas de sol grandes y bajé a la piscina. Tenía la sensación de que no era yo la que caminaba por el pasillo y bajaba en el ascensor. Mi cuerpo lo hacía, pero yo no estaba allí. Las chicas y diez periodistas brasileños estaban sentados alrededor de una gran mesa de plástico blanco. ‘Hola’, dije, ‘llego tarde pero es que no me encuentro bien’. Me senté, miré las caras de cada uno de los periodistas alrededor de la mesa, luego empecé a llorar y corrí de vuelta a mi habitación. Mirad lo que me ha hecho Rob, eso era todo lo que podía pensar sentada sola en mi habitación llorando. El me había convertido en un monstruo. Llamé a Rob. Le dije que le odiaba. ‘Eres lo mejor que te ha pasado jamás’(1), grité. Rob estaba muy callado, él odia la confrontación. Colgué el teléfono sintiéndome un poco mejor. En el espejo mis ojos se veían hinchados y rojos. Me sentía fea y rechazada. Tenía que hacer un show. Fui al estudio de televisión con los mismos vaqueros tan poco favorecedores. En cuanto salimos del coche nos rodearon los fans. Chicas guapas y bronceadas con poca ropa. Yo me sentía espantosa. ‘Nicole’, me llamó una de las chicas con un ingles muy malo. ‘Solo quiero que sepas que tienes mucha suerte de estar con Robbie’. El contraste no podía ser mayor – el desastre que era mi vida y la forma en que el mundo me veía. A ellos les parecía que yo lo tenía todo – todo lo que podría hacer sus vidas maravillosas y completas. En realidad yo no tenía nada: una banda que odiaba y ahora me había dejado el hombre al que amaba. En el backstage, cada una de nosotras tenía un maquillador diferente. Me senté allí como una muñeca, mientras una mujer con el pelo naranja trabajaba en mi cara. Una esponja de maquillaje sucia, las mejillas como las de la tía Sally que parecían grandes manzanas rojas, sombra de ojos naranja. Me pintó las cejas de marrón claro y me pintó una raya azul alrededor de los ojos. Sin máscara de pestañas. Melanie vino, me miró y empezó a reírse. Luego todas vinieron a mirarme. ‘¿Quieres que te lo cambien?’, me preguntó Shiara. ‘No’, dije, ‘me trae sin cuidado’. Yo quería aparecer delante de las cámaras tan horrorosa como me sentía por dentro. En medio de esta maquinaria de locura que nos rodeaba, era la forma de sentirme real. Mirad, le decía mi cara grotescamente pintada al mundo, estoy sufriendo’. El resto del tiempo que estuvimos en Brasil no comí. Estaba adelgazando, tenía un aspecto horroroso. No quería dormir sola, así que siempre estaba en la habitación de Nat o en la de Mel. No quería saber si Rob me había llamado o no – no hubiera podido enfrentarme a la decepción. En el vuelo a casa Natalie trató de consolarme lo mejor que podía. ‘No pienses en él, Nic’, me aconsejó sabiamente. ‘Lo que te ha hecho no tiene perdón’. Dos dias después de volver a casa desde Brasil estábamos actuando en la playa en Blackpool para Capital Radio. Estaba lloviendo y en el periódico había una foto de Rob en el sur de Francia – rodeado de chicas y guiñando un ojo a la cámara. Hicimos un montón de entrevistas ese dia para televisiones infantiles y oculté la verdad sobre Rob y yo en todas ellas. Cuando volvía había un mensaje del compañero de habitación de Rob, Charlie. ‘Solo quiero que sepas que Rob te quiere’, dijo. Quince minutos más tarde llamó Rob. ‘Es verdad’, dijo. ‘Le he echado la bronca a Charlie por llamarte, no es asunto suyo, pero es verdad que te quiero’. Yo no dije nada. ‘¿Has visto las fotos en los periódicos?’, preguntó. ‘Si’. ‘No es verdad’, dijo Rob. ‘Nada de lo que dicen. Te echo de menos’ Yo también le echaba de menos. ‘Quiero verte’, dijo Rob. Yo también quería verle. ‘Está bien’, dije. Fuimos a mi restaurante japonés favorito, Nobu, y comimos un montón de sushi y nos emborrachamos. Luego fuimos a otro sitio y nos emborrachamos más. La prensa nos pilló a la salida conmigo en la espalda de Rob. Volvíamos a estar juntos. Nunca supe por qué Rob había roto conmigo, por eso volví con él. Era como un final insatisfactorio para un amor que había sido muy especial, muy grande. Cuando me dijo que se había acabado, una parte de mi no lo aceptó. No tenía ningún sentido. Poco después, Rob me pidió otra vez que me casara con él, esta vez en la parte trasera de un coche. Íbamos de camino a la fiesta de unos amigos en el East End de Londres. Dije que sí pero en mi corazón sabía que las cosas no iban bien. Los problemas con la banda estaban pasando factura. Y yo luchaba por entender porqué, a pesar de todo, Rob se sentía tan completamente solo. Lo más doloroso de todo era saber que yo no podía ayudarle. Fui con él a ver a un consejero. Incluso fui a Alcohólicos Anónimos por él. All Saints acababa de encender las luces de navidad en Regent Street y estábamos actuando en el Show de Exitos de Pepsi cuando, de nuevo, tuve la premonición de que mi relación con Rob estaba a punto de acabar. Estaba charlando con un amigo en la zona del bar cuando me dio un vuelco el corazón. Las manos se me quedaron heladas. Estaba teniendo un ataque de pánico. Sabía que tenía que ver con Rob. Tan pronto como salí le llamé.
‘Voy de camino a casa. ¿Va todo bien?’. ‘Si’, dijo Rob, ‘todo va bien’. Pero yo sabía que no era así. El sentimiento era tan fuerte que no quería volver a casa. Cuando llegué subí las escaleras. ‘¿Qué tal te ha ido el dia?’, me preguntó Rob. ‘Genial’. ‘Nic, tengo que decirte algo’ ‘¿Qué?’ ‘Creo que deberíamos romper’. Lo sabía. ‘¿Por qué?’ ‘No es por tu culpa’, dijo Rob. ‘Es culpa mía’ ‘Esta vez me voy a ir y no voy a volver’ De hecho volvimos a estar juntos una última vez cuando Robbie dio un concierto en Ámsterdam y yo volé allí para estar con él. Me compró mil rosas rojas y las dejó para mí en la habitación del hotel. Una vez más pensé que teníamos una oportunidad. Volvimos a estar juntos durante dos semanas y fuimos todos a casa de mis padres para la cena de navidad. Rob había estado de juerga la noche antes y no era capaz de comer. Le encubrí lo mejor que pude, comiendo de su plato. Después de comer fuimos todos al pub que estaba doblando la esquina en Belsize Park. Rob acabó muy borracho. De vuelta en mi casa, tuvo un ataque de pánico y se volvió loco. ‘Para’, dije, ‘Me estas asustando’.’Esta bien’,dijo Rob, ‘Me voy’. Era la noche de navidad. Fuera nevaba mucho. No había taxis. No pensé que hablara en serio. ‘Si sales por esa puerta’,dije, ‘no vuelvas’. Rob se fue. No supe nada de él. Al dia siguiente había fotos de él en los periódicos. Se había desmayado en el vestíbulo de un hotel y algunos de los que habían pasado por allí habían pensado que sería divertido cubrirle con espuma de afeitar y pasta de dientes y luego llamar a la prensa. Para mi eso fue el colmo. Algo en esas fotografías y en la forma en que se había comportado en navidad me hicieron darme cuenta de que mi relación con Rob nunca iba a funcionar. Ese era el final. Llamé a su casa. ‘Voy a ir a recoger mis cosas’, dije. ‘No quiero verte más. Esto ha ido demasiado lejos’. Cuando llegué a casa de Rob, él todavía estaba bebiendo – Guiness ahora. Recogí mis cosas y me fui. así es como funcionan las cosas conmigo. Vuelvo y vuelvo demasiadas veces y luego algo dentro de mí se rompe. Este es mi turno de decir que no y yo siempre lo digo en serio. Esta ruptura fue diferente a las otras. Yo era más fuerte. Me había hecho a la idea de que las cosas no funcionaban. Yo quería a Rob, pero nuestra relación siempre estaba al borde del final. Nunca podía relajarme con ella. Le echaba de menos, pero sabía que mi decisión era la correcta. Hay algo que nunca entendí acerca de Rob – en un momento él podía estar enamorado de mí, y al siguiente habíamos terminado. La gente que necesita que la cuiden es mi debilidad y yo me sentía maternal hacia Rob. Pero la vida con Rob era como una montaña rusa. El siempre decía: ‘No es culpa tuya. Siento hacerte daño’ Pero nunca hablábamos de ello. Hoy es el dia en que todavía no sé porqué su amor aparecía y desaparecía o la verdadera razón por la que terminó nuestra relación. En las semanas que siguieron a nuestra ruptura, repasé nuestra relación y me di cuenta claramente del papel que había jugado el aborto. Rob dijo que teniendo aquel bebé yo estaba salvando su vida, al abortar yo había traicionado su confianza. El hecho de que la compañía de discos me hubiera manipulado y controlado tan fácilmente tuvo que ser muy decepcionante. Cuando Gene, mi hijo con Liam Gallagher el cantante de Oasis, nació, pensé que Rob me llamaría, pero no tuve ninguna noticia de él. Sé que el pensar en Gene y en mi tiene que dolerle pero el nacimiento de mi hijo fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Y os lo contaré todo sobre ello, y sobre la clase de padre que es Liam realmente, al final de esta semana.



Esta ha sido mi lectura de hoy, este texto traducido está extraido de la website http://foro.takethatspain.com

Robbie Williams y Nicole Appleton 3ª parte

Al dia siguiente, mientras las otras hacían las maletas para volver a casa, Rob y yo fuimos a ver al médico. El no sabía nada de mí. Ni siquiera me preguntó mi grupo sanguíneo – soy RH negativo, que es raro. No le interesaba. Solo parecía preocupado por meterme y sacarme de su clínica privada tan rápido como fuera posible. Me hizo algunas preguntas superficiales sobre mi decisión. Luego me examinó. ‘Estas embarazada de cuatro meses’, dijo. Yo trataba de no imaginar un feto de cuatro meses. Todavía no era un bebé, era algo que debía hacer. Rob me cogió la mano. El estaba reprimiendo sus sentimientos para apoyarme, pero no era un autómata. Estaba dolido. Esto nos estaba destrozando a los dos. ‘Estas muy avanzada’,dijo el doctor. ‘Si no lo hacemos ahora será demasiado tarde’. ‘Esta bien’, dije. No era la decisión correcta. Yo ya no sabía lo que quería. Había perdido la confianza en mi capacidad para defenderme a mi misma o a mi hijo no nacido. En ese momento creo que hubiera necesitado una fuerza sobrenatural para decir no. ‘Es una operación indolora’, dijo el médico. ‘Te mantendremos despierta, así podrás regresar al trabajo casi inmediatamente’. Rob fue a sentarse en la sala de espera. El doctor me llevó a un diminuto despacho y allí me senté en una silla como las de los dentistas. Había un enorme aparato para hacer ecografías a mi izquierda. ‘Estarás despierta y sentada durante toda la intervención’, dijo jovialmente. Miré hacia la maquina de ecografías. Allí vi algo que parecía como una pequeña alubia. Yo quería decir ‘¡No, no!’, pero parecía imposible. ‘¡Aquí está!’, dijo el doctor. Tocó la alubia con una linterna de plástico y me puso una inyección dentro de la vagina. ‘Esto es para adormecer la zona’, dijo. Tal vez la anestesia no era lo suficientemente fuerte o tal vez mi cuerpo estaba oponiendo la última lucha por mi bebé, pero el dolor fue insoportable. Sentía como si estuviera de parto. ‘Lo estoy sintiendo todo’, dije jadeando. ‘No digas tonterías’, dijo, ‘solo te lo estas imaginando’. Ocurrió muy rápido. Oí el ruido del aspirador del equipo de succión, vi el largo tuvo de plástico y vi a la alubia moverse de un lado a otro de la pantalla. Se había acabado tan rápido. Quería que el médico se alejara de mí. Habría podido detenerle. Estaba hecho. Había sangre por todas partes. Tenía el cuerpo dolorido y vació. Todo lo que quería era ver a Rob. Quería llorar y llorar. Lo sentía mucho por mí, por el desastre que era mi vida. De repente, de una forma horrible, con una claridad que sacudió todo mi cuerpo, me di cuenta de lo que había pasado. Mi bebe había desaparecido. Me desmayé. ‘Es muy normal desmayarse’, oí a la enfermera decir a Rob cuando recobré el conocimiento. Rob me acercó un vaso de agua para que bebiera y dos analgésicos. ‘Quiero irme a casa’, dije. Rob me levantó. Yo estaba débil y en estado de shock. Yo quería estar tan lejos como fuera posible de ese sitio y ese médico. Rob me llevó sosteniéndome fuera hacia la limusina de la discográfica y volvimos al apartamento. ‘No puedo creer lo que he hecho’, dije una y otra vez. ‘Quiero suicidarme. Quiero morir’. ‘Está bien’, dijo Rob. ‘Se te pasará, nena, ya verás’. ‘No podemos dar marcha atrás al reloj. Es irreversible’, dije. Sentía en el estómago dolores como de parto. Rob me dio otro analgésico y otro trago de agua. Rob fue un ángel, pero yo casi no me fijaba en él, estaba demasiado concentrada en mi propio dolor, en mi propio fracaso. Sentía que no había nada que me importara. El apartamento en la Torre Trump donde nos alojábamos parecía vacío, desocupado. Las otras habían recogido todas sus cosas, listas para irse en el vuelo de la tarde a Inglaterra. Yo esperaba que alguien me abrazara, pero ellas estaban por allí dando vueltas, recogiendo botellas de aquí y cosas de allá. Me tumbé en el sofá. Rob me rodeó con sus brazos. Nadie me preguntó como estaba. Oía a Shaznay hablar sobre todas las cosas fabulosas que se había conseguido durante su sesión de compras. Mel evitaba mirarme. Quería que me abrazara, quería que ella, de entre toda aquella gente, me entendiera. Pero ella no podía estar cerca de mí. Natalie entró en la habitación y me dio un abrazo. Ella fue la única que tuvo las agallas de acercarse a mí. ‘¿Estas bien?’, preguntó. ‘Me siento fatal’, dije. Me miró a la cara. ‘¿Te duele?’. ‘Si, muchísimo’, contesté. ‘Por Dios, Nic, lo siento mucho’. Y de repente Natalie se puso a llorar. ‘Yo no quería que te pasara esto. No quería hacerte daño. Lo siento mucho’. ‘Es demasiado tarde, Nat’, dije. ‘Te quiero, pero ahora quiero que nos dejes solos’. Se levantó del sofá. ‘Me duele mucho’, dije. ‘No sé lo que me han hecho. No te culpo’. NATALIE Cuando vi a Nic tumbada allí en el sofá, en posición fetal, me di cuenta de por lo que había pasado. Estaba desolada por lo que había pasado. Estaba pálida. Con grandes ojeras alrededor de los ojos. Me sentía culpable. Yo no la había defendido. Le había fallado a mi hermana pequeña. Cuando la pregunté como estaba, Nic levantó los brazos y me abrazó. Me rompió el corazón. Me temblaba la mandíbula. No había palabras para expresar como lo sentía, lo desgraciada que me sentía. Todavía vivo con ese sentimiento de culpabilidad. Hay cosas que son irreparables. NICOLE Diez minutos después el lugar estaba vacío. Natalie, Mel, Shaznay, Shiara, John y la gente de la compañía de discos se habían ido a coger el vuelo a casa. La habitación parecía desnuda, sin vida. Solo estábamos Rob y yo y aquel gran y enorme vacío. Entonces, y solo entonces, encontré dentro de mí la fuerza que había necesitado para decir ‘No’, para haber luchado por mis derechos. Podía haberlo detenido, debería haberlo detenido. Así es como empecé a torturarme a mi misma. Fue el peor dia de mi vida. Rob y yo nos tumbamos en la cama y nos abrazamos dulcemente. El dolor todavía era agudo, tan profundo. No podría olvidar lo que había pasado ni aunque hubiera querido. Nos tumbamos allí juntos, contando chistes, intentando relajar el ambiente. Fue horrible, difícil, equivocado. Antes teníamos planes, un futuro al que mirar con el niño que habíamos concebido. Ahora no teníamos nada. Solo algo muerto entre nosotros. Ya no sabíamos como estar el uno con el otro, que decir, como acabar con el dolor. Rob había querido este bebé. Yo recordaba escenas de él tocándome el vientre y diciendo ‘Me estas salvando la vida’. Yo no sabía si me había perdonado. Aun hoy en dia, todavía no lo sé. El aborto tenía que haber simbolizado todo lo que él odiaba sobre como este negocio puede controlar tu vida. Me sentía muy apenada porque él hubiera perdido a su niño. Pasamos la noche en el apartamento. estábamos inquietos y ninguno de los dos durmió. La compañía de discos nos había reservado un vuelo de siete horas a Inglaterra, pero aquello parecía algo imposible. ¿Qué pasaría si tenía una hemorragia? Rob hizo una llamada y consiguió un vuelo en el Concorde. La banda tenía un compromiso la semana siguiente para actuar en un concierto privado dado por el Sultán de Brunei por el cumpleaños de la princesa Hamida. Era importante que yo estuviera allí. En medio de todo, mi trabajo era una razón para seguir adelante. Cuando llegué a casa, fui derecha a ver a mi madre y lloramos juntas. ‘Oh, Nicole’, dijo. ‘Lo siento mucho’. Sentía mi dolor como si fuera suyo. Lo sabía. Era un dulce alivio estar a su lado, que me abrazara y me diera cariño. Pero de vuelta a Londres, en los ensayos, nadie dijo una palabra. Era como si no hubiera pasado nada – el embarazo, el aborto, el continuo e insoportable dolor. Yo estaba delgada y sangraba constantemente. Me miraba en el espejo y me veía pálida. Me habían dicho que no viajara durante dos semanas, pero una semana después de volver de Nueva York, volamos a Brunei. La familia real tenía su propia bolera, discoteca y parque de atracciones. En el centro había una enorme y preciosa fuente luminosa. Nos dieron a cada una carritos dorados para conducirlos por allí, en los que sonaba Capital Radio de Londres, y nuestra propia mansión. Era como algo salido de un cuento de hadas; había mármol por todas partes, incluso en los caminos. El personal del palacio no podía hacer más por nosotras. Un dia Shiara y yo nos quedamos dormidas en la piscina. Cuando nos despertamos estábamos rodeadas de bandejas de nuestra comida favorita: cocktails, patatas fritas y M&Ms. Por su cumpleaños, a la princesa Hamida le regalaron un diamante del tamaño de una pelota. Un dia me llevó en su Ferrari hecho de encargo. Una vez que la compañía lo había fabricado, la familia pagó para que rompieran el molde. Actuamos junto a Janet Jackson y dimos dos conciertos, uno para el público y otro para la princesa. Tuvimos que ir a la mansión de Janet Jackson para recibir nuestros regalos. Cada una recibimos un reloj con joyas incrustadas. El mio tenía esmeraldas y el de Natalie rubíes. Intenté pasármelo bien y andaba sobre todo con Shiara. Después de algunos dias, Mel se fue para reunirse con su novio Stuart en Bali. Casi no habíamos hablado. Cuando volví a casa fui a un reconocimiento con un médico en Londres. ‘Algo va mal’, dije. ‘Todavía sangro y me duele. ¿Me estoy muriendo?’. ‘¿Muriendote?’. El doctor fue frío y despectivo. ‘Estas bien’. Mirando hacia atrás, creo que lo único que le preocupaba a todo el mundo era que el doctor confirmara que estaba lo suficientemente bien para actuar con la banda. Lo único que importaba era nuestro éxito y nuestra habilidad para hacer dinero. Me sentía impotente. Se me veía en fiestas continuamente y me gané una reputación glamorosa, pero en realidad solo estaba ahogando la pena sobre la que no podía hablar. Salía con gente, y quería contarles lo que había pasado, pero no podía. El miedo a la compañía de discos me mantenía en silencio. Nadie quería hablar sobre ello. Sabía que le había fallado a Rob, así que tampoco podía hablar con él. Recordaba lo bien que me había sentido cuando estaba embarazada. Me había dicho que le estaba salvando la vida y yo traicioné su confianza. estábamos increíblemente ocupadas, pero yo todavía sangraba. Me estaba pasando algo malo. Perdí más de 12 kilos de peso. Fui a ver a otro doctor y luego a otro. Me hicieron análisis de tiroides y de sida. Todo dio negativo. Meses después del aborto, tuve una gran hemorragia. Horrorizada, lo recogí en un bote y se lo llevé a una doctora que mi madre me había buscado. Cuando vio el contenido del tarro y escuchó mi historia, se quedó callada. Luego me di cuenta de que estaba atónita. ‘Eso son restos de tejidos’, dijo. ‘Tu aborto fue incompleto. ¿Cómo has tardado tanto en ir a ver a un médico?’. Pensé en todas las veces que Rob y yo nos habíamos sentado en consultas de médicos solo para que nos dijeran que yo estaba fingiendo, cuando en realidad resultaba que el aborto había sido incompleto. Empecé a llorar, con una mezcla de furia, alivio y un dolor ciego. ‘Sabía que algo iba mal, pero nadie me escuchaba’, dije. ‘Esto explica porque te has estado sintiendo tan mal’, dijo la doctora. Estaba furiosa. ‘Por eso has perdido tanto peso, tu cuerpo estaba tratando de expulsarlo’. Me examinó y me hizo preguntas sobre mi grupo sanguíneo y los síntomas. ‘Antes de la operación, ¿te dieron una inyección para el RH?’, preguntó. ‘Ni siquiera me preguntaron cual era mi tipo de sangre’, dije. La doctora estaba horrorizada. ‘Es un procedimiento habitual’, dijo. ‘Debido a tu raro tipo de sangre necesitas una inyección para proteger a los futuros fetos. Podrías haber tenido una infección en el útero’. ‘¿Qué significa eso?’, pregunté. ‘En el peor de los casos’, dijo, ‘significaría que no podrías tener más niños’. Yo estaba horrorizada, me sentía violada por el poder de una industria que obliga a una mujer a sacrificar a su hijo para mantener unida a una banda. Mi vida había estado en manos de un médico que había tenido tan poco cuidado con ella como podría haberlo tenido con la de un perro callejero. En la consulta con este médico, me enteré de que a los cuatro meses el embarazo ya estaba demasiado avanzado para la operación que me habían hecho. Me tenían que haber hecho un tipo diferente de operación, pero ello habría llevado más tiempo y me habría costado más recuperarme. No hubiera podido volver al trabajo tan pronto. ‘¿Y que hay de la terapia?’, me preguntó la doctora. ‘¿Te ofrecieron alguna terapia para ayudarte a superar el trauma emocional del aborto?’. ‘No’, dije. ‘Lo más importante era que no se supiera nada de esto’. Yo necesitaba respuestas. Cuando volví a casa llamé al médico de Nueva York. ‘Necesito ver mi historial médico’, dije. ‘Veré que puedo hacer’, me contestó. Me llamó muchas horas después. ‘Siento tener que decirte’, dijo, ‘que tu historia se ha perdido’. Perdida no: eliminada. No querían que ni yo ni nadie supiera la verdad. Poco después saltó la noticia de que la Scary Spice estaba embarazada, y luego la Spice Pija. Ellas eran chicas despreocupadas, solteras y salvajes y la noticia fue recibida con alegría. Dos de las Spice Girls estaban embarazadas, ¡Enhorabuena!. Dos embarazos en la misma banda. Por primera vez deseé estar en su banda. Nadie sabía lo que yo había sacrificado, y según pasaba el tiempo, me di cuenta de que a nadie le importaba.
Mel había dicho que si la presionaban para que abortara, dejaría la banda. Y de alguna forma, su desafío, su firmeza, hizo que todo el mundo la respetara, incluso Shaznay. Yo veía crecer el vientre de Mel, veía su entusiasmo, veía todo el apoyo que recibía. Yo solía tocar su barriga, sintiendo las patadas de su bebé. Mel no se sentía culpable. Ella mantuvo su palabra y estaba orgullosa de ello. ‘Tu eres una idiota’, dijo Y tenía razón.

Robbie Williams y Nicole Appleton 2ª parte

Aparte de Rob y mi hermana, Natalie, la otra persona de la que me sentía más cerca era el tercer miembro de All Saints, Melanie Blatt. Nos conocíamos desde la escuela y habíamos sido amigas durante tanto tiempo que hasta las reglas las teníamos a la vez. Las dos teníamos una relación estable, ella con Stuart Zender, el bajista de Jamiroquai, y hablábamos sobre como sería tener un bebé. En marzo de 1998 estábamos promocionando Never Ever, nuestro primer gran éxito, en Vancouver, Canadá, cuando Mel y yo nos dimos cuenta de que teníamos un retraso y decidimos hacernos juntas el test de embarazo. Nos turnamos para hacer pis en las tiras de papel y miramos asombradas como ambos se volvían azules. El mio era vibrante y luminoso, el de Mel era difuso. ‘¡Estamos embarazadas!’, gritamos. Fue el momento más extraordinario. Era tarde por la noche y la luz de la luna hacia que la nieve de fuera pareciera azul. No nos movimos, solo estábamos allí sentadas sonriendo. Todos esos años de amistad, luego el éxito en la música juntas y ahora esto. ‘Según mis cuentas significa que me quedé embarazada el dia de San Valentin’, le dije a Mel. Parecía un presagio asombroso y nos abrazamos un montón de veces. ‘No se lo digamos a nadie de momento’, dijo Mel. ‘Va a ser nuestro secreto’. Era como ser crías otra vez, compartiendo algo que nadie más sabia. ‘Excepto a Natalie’, dije. ‘Se lo tengo que decir a mi hermana’. ‘A los otros no les va a gustar’, dijo Mel. Ella había dicho lo que ambas estábamos pensando. ‘Nos van a echar’. La idea de la tormenta que se avecinaba eclipsó nuestra alegría. A los momentos de éxtasis ante nuestro descubrimiento les siguieron el miedo al disgusto de los otros, a ser rechazadas. ‘Lo van a ver como una amenaza para la banda’, dijo Mel. ‘Lo sé. Va a poner en peligro nuestra imagen’. Estuve de acuerdo. Por aquel entonces ninguna de las Spice Girl se había quedado embarazada. El embarazo para las estrellas del pop no era todavía una cosa guay. Llamé a Rob. Eran las dos de la mañana. Estaba cansado y dormido, pero fue maravilloso poder contactar con él, tal como hacíamos cada dia, para sentirnos unidos el uno al otro. Era duro estar siempre separados. ‘Tengo algo que contarte’, dije. ‘Mel y yo nos hemos hecho un test de embarazo hace algunas horas y estoy embarazada’. ‘Eso es genial, nena’, su respuesta fue inmediata, cálida y entusiasta. Era exactamente lo que yo quería oír. Incluso sin expresarlo supe entonces que no tenía por qué haber estado asustada de la reacción de Rob. Llevábamos juntos tres meses. Una parte de mi tenía miedo de que él no quisiera implicarse en esto y en todo lo que conllevaba. ‘¿Estas contento?’, le pregunté. ‘Estoy encantado’, me aseguró. ‘Es lo que quiero’. Esa noche Mel durmió en mi habitación del hotel y estuvimos levantadas hasta muy tarde, riendo y haciendo planes. Era como un sueño: tener bebes juntas, bebes que podrían crecer juntos, como habíamos hecho Mel y yo. estábamos muy excitadas. Entonces parecía posible tenerlo todo: una carrera, un hombre que te ama, un bebé. La vida no podía ser mejor. Tomamos cereales y vasos de leche para desayunar. Era una mañana realmente feliz para mí. Pero tenía miedo de decirle a nuestro representante, John Benson, que estaba embarazada, me daba miedo su reacción. ‘A mi no me da miedo’, dijo Mel, lo que era verdad solo a medias. ‘Se lo diré yo primero, si quieres, así podrás juzgar su reacción’. Dejamos Vancouver y nos dirigimos a Australia. Mel y yo nos sentamos en la parte de atrás del avión. La fecha era 25 de marzo de 1998. Era el 23 cumpleaños de Mel. Esto hacía mayor la emoción, era un momento trascendental. ‘Si supieran que estamos embarazadas’, susurrábamos y nos reíamos. El avión hizo una escala en el aeropuerto de Los Angeles y fuimos al enorme Hall, que estaba lleno de restaurantes y bares, a esperar nuestro vuelo. ‘Se lo voy a decir a John’, dijo Mel. ‘Mientras tú se lo dices a él, yo se lo diré a Nat’, dije. Nos apretamos las manos. ‘Ven un momento’, le dije a Natalie. ‘Vamos a echar un vistazo a la tienda de regalos’. Era uno de nuestros pasatiempos favoritos en los aeropuertos, comprar chucherias raras. ‘Nat, tengo que contarte algo’, dije. Parecía asustada y excitada incluso antes de que yo hablara. ‘Estoy embarazada’, dije. Natalie gritó y me rodeó con sus brazos. ‘Es fantástico’, dijo. Nos sonreímos la una a la otra. ‘¿Lo sabe alguien más?’ ‘No’, contesté. ‘Oh, Dios’, dijo ella. ‘¿Y que pasa con John?’. ‘Nat, tengo que contarte otra cosa’, dije. Vi como su expresión cambiaba esperando otro bombazo. ‘Mel también está embarazada’. NATALIE ‘¿Mel embarazada?. Por el amor de Dios, ¿es que tenéis que hacerlo todo juntas?’. Dije: ‘¿Cómo lo habéis organizado?’’No lo hemos hecho, simplemente ha ocurrido’. ‘Estoy celosa’, dije inmediatamente. ‘Dos buenas amigas quedándose embarazadas a la vez’. Estaba feliz por mi hermana – un bebé en la familia – pero también estaba en estado de shock. Me tranquilizaba que Mel también estuviera embarazada. Sabía que eso haría las cosas más fáciles. No podía dejar de mirarlas. Los gansos, este era su apodo en la escuela, estaban embarazadas. Me hacía gracia. NICOLE Natalie y yo dejamos la tienda de regalos y nos dirigimos hacia Mel y John. Estaban sentados a una mesa. Podíamos oír la voz de John desde una distancia de 20 metros. Estaba gritando y limpiándose el sudor de la frente. Mel estaba llorando. ‘Oh, Dios mio’, dije. ‘Oh, Dios mio’. Quería salir corriendo del hall, del aeropuerto, lejos de John y Mel, pero Mel me necesitaba. Tenía que estar con ella. Me dirigí hacia su mesa. ‘Estas loca’, continuaba John. ‘¿Desde cuando conoces a Stuart?, ¿nueve meses?, ¿diez? Estas echándolo todo a perder’. Rodeé con mis brazos a Mel. Ya habían llamado para embarcar y nos dirigimos a la zona de salidas. John no paraba, hablando continuamente al oído de Mel. ‘No conoces a Stuart lo suficiente como para tener un niño con él’, decía. ‘Eres una estúpida, qué ingenua’. El resto de los pasajeros nos miraba. Yo me sentía avergonzada y apenada. Deseaba que alguien, cualquiera, le hiciera callar. En una de las cabinas que había a lo largo de las paredes del corredor Mel dijo, ‘Seguid sin mi, os alcanzaré’. Según íbamos hacia el avión, pude oírla. ‘Stuart, Stuart, es horrible. No podía haber sido peor’. Estaba llorando mientras hablaba por teléfono. Natalie miró aterrada a John. ‘No se trata de lo que yo piense’, dijo John. ‘Sino de lo que es mejor para All Saints. Mejor para vosotras. A Shaznay no le va a gustar esto’. ‘No se lo digas a Shaznay, John’, dijo Mel. ‘Quiero decírselo yo misma’. Natalie me miró con los ojos muy abiertos. Sabía lo que estaba pensando: Todo esto y todavía no sabe nada sobre ti. Otra cabina. Otra vez Mel se quedó atrás, esta vez para llamar a su madre. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Las lágrimas salían de mis ojos. Melanie estaba haciendo esto por nosotras dos, pero yo iba a recibir lo mismo. Solo era cuestión de tiempo. ‘¿Qué ha dicho Stuart?’, le pregunté. ‘Dice, “No escuches a los demás, vas a tener a este bebé”’. Mel llamó a Stuart otra vez. Hasta el mismo momento de irnos ella estuvo poniéndose en contacto con la gente que la quería y que se alegraba por ella. Yo conocía el dolor de dejar todo eso detrás. Algunos dias tienes que arrastrarte hasta el avión cuando cada fibra de tu cuerpo únicamente desea estar en tu propia cama, una taza de té hecha por tu madre, o una tranquila noche en casa. Shiara Juthan, la secretaria de John, rodeó con sus brazos a Mel cuando subimos al avión. ‘No te preocupes, cariño’, dijo, ‘Todo va a salir bien’. Todas queríamos a Shiara. Cariñosa, amable y sincera, era una amiga. En el avión, Natalie se giró en el asiento al lado del mio y estuvimos hablando en susurros. ‘¿Cómo estas?’, preguntó. ‘Aterrada’, contesté. ‘Nunca imaginé que él podría portarse así’. ‘Yo tampoco’, dijo ella. ‘Y todavía no sabe nada de ti. ¿Cuándo se lo vas a decir?’ ‘No lo sé’. Shaznay pasó por nuestro lado, pero no se paró a hablar. ‘Está cabreada’, dije. ‘John se lo ha dicho’, dijo Natalie, y era evidente que lo había hecho.’¿Cómo ha podido hacer eso?’ ‘Va a ser horrible cuando aterricemos’. Cuando llegamos a Australia, Mel y yo bajamos del avión como zombies. Con las gafas de sol puestas, las cabezas agachadas, casi no podíamos hablar. El futuro parecía sombrío. Tracey Edenshaw, que trabajaba en la oficina de Londres de nuestra compañía de discos, estaba allí para recibirnos. Era una de las personas más amables de London Records, se dio cuenta al instante de que Mel lo estaba pasando mal y la envolvió fuertemente con sus brazos. ‘¿Qué es lo que pasa?’, preguntó. ‘¿Puedo hacer algo?’. Le contamos lo del embarazo de Mel. ‘Y hay algo más’, dije. Lo solté de repente. ‘Yo también estoy embarazada’. ‘Nicole, eso es maravilloso’, dijo. La inmediata respuesta de Tracey fue tan cariñosa y positiva que empecé a llorar. ‘Esta bien’, dijo ella. ‘Siempre y cuando hagas tu trabajo, no importa si tienes niños. La banda lo superará. No siempre es posible elegir el mejor momento para tener un bebé. Las cosas pasan’. Viajando desde el aeropuerto, en la furgoneta, hablando con Tracey, vi el primer rayo de esperanza desde la confesión de Mel a John. Las cosas podían salir bien. En el hotel, John nos llamó a una reunión en su habitación. Shaznay se sentó atrás, sin mezclarse con nadie. ‘He convocado esta reunión porque la banda está en peligro de hundirse’, dijo. ‘Hoy Mel me ha dicho algo que puede hacer mucho daño a la banda. Necesito hacerlo público. Mel dice que está embarazada’. Con esto, Shaznay empezó a gritar y a gritar. ‘¡No puedo creer que estes embarazada!’, escupió la palabra hacia Mel. ‘Vamos a parecer unas estúpidas, ¿Has pensado en las consecuencias?’. Yo sentía la sangre agolpándose en mis oídos. Tenía la cara roja y caliente. Quería levantarme pero no podía. Tenía que hablar. Mel me necesitaba. Se me saltaban las lágrimas, estaba aterrorizada. ‘Yo también estoy embarazada’, dije. Las palabras salieron y ya nunca podría retirarlas. John empezó a reírse, y luego se giro hacia mí. ‘No te creo’, dijo. ‘Es verdad’. Intenté que mi voz sonara fuerte. ‘Yo también estoy embarazada. Lo estamos las dos’. Shaznay empezó a gritar otra vez. Daba miedo. Pensé que iba a pegarme. ‘Eres imbécil’, dijo John. ‘¿Tienes idea de lo que has hecho?’. ‘Robbie Williams es una estrella del pop’, dijo. ‘Probablemente estará con otra mañana, y con otra distinta la semana siguiente’. Ahora Mel y yo estábamos las dos llorando, mientras Natalie miraba con la boca abierta. ‘Podía haberme esperado esto de Nicole’, dijo Shaznay con todo el desprecio que podía expresar, ‘pero no de ti, Melanie. CREI que tenias más sentido común’. Esto hizo que Mel se pusiera muy furiosa, yo era su aliada. Incluso en este momento, cuando ambas éramos culpables de la misma traición a All Saints, había una jerarquía y yo estaba al final de ella. Todo lo que quería hacer era irme a casa. John se dirigió hacia Natalie. ‘Te das cuenta de que tu hermana esta cometiendo un grave error, ¿verdad?. Esto también te va a afectar a ti’. John convocó una reunión con Natalie. No sé lo que la dijo, pero sé que entró allí siendo mi fiel amiga y salió convencida de que todo nuestro futuro dependía de que yo renunciara al bebé de Rob. Me tumbé en mi cama. Estaba llena de emociones, tan agotada por todo. Además había que añadir el desfase horario, todo lo que deseaba era irme a casa. Llamé a Rob. El se ofreció a buscarme un vuelo para volver a casa, pero yo quería terminar la gira promocional. Nos quedaban tres dias. Podía aguantarlo. ‘Vamos a tener este niño’, dijo Rob. Me encantó la seguridad de su voz. ‘Nada ni nadie va a poder evitarlo’. Mel y yo nos apoyábamos la una a la otra y estábamos seguras, cuando estábamos juntas, de que no estábamos haciendo nada malo. Ella me llamó a su habitación. ‘Prométeme’, dijo, ‘que digan lo que digan, siempre recordaras que quieres tener este bebé. No dejes que te obliguen a renunciar a él’. ‘De ninguna manera’. Yo lo tenía muy claro: ‘Quiero este bebé’. Esa noche, de pie en el puerto de Sydney, me sentí más cerca de Mel de lo que lo había estado nunca. ‘Que se jodan’, dijimos e hicimos un trato. ‘Vamos a tener a nuestros niños’. Al dia siguiente, en la compañía de discos, el personal australiano nos apoyo mucho. ‘Vais a ser unas bonitas madres’, dijeron. Fue fantástico regresar a casa con Rob, con alguien que quería al bebe tanto como yo. estábamos muy unidos en aquella época. Nos encantaba estar juntos, haciendo planes. Rob iba a comprar un piso y me llevó a verlo. Desde fuera miramos hacia arriba y él señaló una de las ventanas delanteras. ‘Esa será la habitación de nuestro bebé’, dijo. Rob me llevó a ver a su abuela en su casa de Stoke-On-Trent. Ella era muy dulce y se alegró mucho por nosotros. Rob puso sus manos en mi vientre y dijo, ‘Este bebé va a salvar mi vida’. Para él era una respuesta, una razón para vivir. Si era una niña, dijo, la llamaríamos Grace. Escribió una canción sobre ella, Grace. Está en su álbum I’ve Been Expecting You: ‘Grace, aun no he nacido / Ven a abrazar / a un alma que llora / Tengo tanto para darte’. Mi madre me apoyó, ella quería lo que yo quisiera, pero un dia fui a visitarla y vi que había estado llorando. ‘Llamaron de la compañía de discos’, dijo, ‘Me han dicho que estas cometiendo un grave error y que Rob no te va a traer más que problemas’. ‘¿Te han llamado?’ ‘Si, querían que te hiciera cambiar de idea, que te hiciera pensar en las consecuencias para ti y para Natalie’. ‘No puedo creer que hayan metido a mi familia en esto’, dije. ‘¿Estas segura, realmente segura, de que quieres tener ese niño?’, preguntó mi madre. Esa tarde lloré durante horas en el sofá. Mamá y Natalie intentaban razonar conmigo y tranquilizarme. Yo quería que alguien, solo que alguien de mi familia, me dijera qué era lo mejor que podía hacer. Me sentía muy frustrada. Nadie salvo Rob y Mel entendía lo que este bebé significaba para mí. ¿Por qué tenía que seguir luchando por el derecho a vivir mi vida de la forma que quisiera?. ‘No me hagáis elegir entre mi hijo y la banda’, les supliqué. ‘Vosotros no, mi familia no’. Un mes después de nuestro regreso de Australia, fuimos a Nueva York para una semana. Éramos una banda dividida en dos mitades: Mel y yo en un lado, Shaznay y Natalie en el otro. Todo llegó al punto crítico al dia siguiente. Me dieron muchas razones y excusas diferentes. Pero yo quería de verdad tener el bebé de Rob. ¿Qué es lo que estaba tan mal?. Todo, según parecía. Me llamaron para una reunión en las oficinas de la compañía de discos mientras las otras se daban una vuelta pillando CDs y pósters (una de las ventajas de nuestro trabajo). Querían hablar conmigo sobre mi embarazo y la reunión terminó con la discográfica preguntándome: ¿Quería yo que me organizaran un aborto? Dijeron que si estaba de acuerdo podían organizarlo para el dia siguiente y que sería fácil y rápido. Podría entrar y salir de la clínica en el mismo dia. Yo no sabía que decir. Incluso la compañía de discos estaba interesada en mi vida privada. Después de tantas semanas de presión yo estaba con los ánimos muy bajos, estaba muy deprimida. No tenía fuerzas para seguir luchando y simplemente me dejé llevar. Como un robot acepté tener una cita con un médico. Tenía que cumplir con las formalidades. Eso no era lo que yo quería pero ya no podía seguir luchando. Era como una gran ola que me arrastraba y contra la que no podía luchar, inconscientemente y sin querer ni poder elegir. Todo el mundo era más fuerte y más insistente que yo. No tenía ni la fuerza ni los medios para luchar contra ellos. La secretaria de John, Shiara, entró en la habitación y se sentó junto a mí. Me rodeo con sus brazos. Sabía que la habían mandado entrar porque ella también era mujer. Era perfecta. Cuando salí, le conté a Mel lo que había pasado. ‘¿No vas a seguir adelante con esto, no?’, me preguntó. Sus ojos echaban chispas. ‘Dime que no vas a seguir con esto, Nicole’. ‘No sé que hacer’, dije, ‘ya no sé lo que está bien. Parece lo más fácil. Somos una banda nueva. Es un mal momento’. ‘No puedo creerlo’. Mel estaba decepcionada conmigo y también disgustada. ‘Tu quieres este bebe. Tienes derecho a tenerlo. ¿No tienes entrañas? ¿Cómo puedes hacer eso?. Mel se alejó, no quería hablar conmigo. Cuando le hablé a Natalie del aborto, ella se encogió de hombros. No quería hablar de ello. Cuando volví al apartamento llamé a Rob y le conté lo que había pasado. Se quedó callado durante mucho tiempo. ‘Voy a hacerlo’, le dije. ‘Voy a abortar’. ‘¿Estas segura de que es eso lo que quieres?’, preguntó. No podía contestarle. No lo sabía. ‘Apoyaré cualquier cosa que decidas’, dijo. ‘Voy a coger el Concorde. Estaré contigo mañana por la mañana’. Estuvimos sentados en mi habitación toda la noche siguiente, hablando. Rob me apoyó mucho. Yo estaba intentando ocultar mis sentimientos, pero con Rob no podía. ‘No sé si tengo que seguir adelante con esto o no. Mel no quiere hablar conmigo. Cree que no tengo entrañas. Rob me consoló mientras yo lloraba. Era la primera vez que deseaba que los medios de comunicación se metieran por medio. ‘Ojala la prensa en Inglaterra descubriera que estoy embarazada’, dije. ‘Entonces nadie podría obligarme a hacer nada’.

Impresionante lectura de hoy: Robbie Williams y Nicole Appleton

Sabía más o menos la historia entre los dos, o eso creía hasta hoy. Sé que ella se quedó embarazada de Robbie y que abortó por presión de la discográfica, y que Robbie nunca ha superado eso. Os dejo aquí la historia, contada en primera persona por ella, tal y como sintió esos días, semanas, meses.... Es larga pero vale la pena leerla. Aquí os dejo la primera parte del relato.


COMO NOS ENAMORAMOS
Conocí a Robbie Williams a finales de 1997 cuando nos invitaron a un programa de televisión para promocionar el segundo single de All Saints, Never Ever. El llevaba una camiseta ajustada y gafas de sol naranjas y parecía salvaje, guapo y muy famoso. La fama distancia a la gente. Les hace parecer diferentes de alguna forma. Yo había visto a su banda, Take That, en televisión, en los periódicos, en las revistas, por todas partes. Y ahora aquí estaba Robbie Williams de pie en frente de mí. Me sentía asustada y tímida. Ambos éramos tímidos, pero trabajando en la industria musical al menos teníamos algo en común. Rob dijo ‘Me gusta tu música’ y yo le dije a él que me gustaba la suya también. No hubo tiempo para llegar más lejos. Al poco tiempo estábamos en el escenario, ensayando nuestra canción. Estaba saliendo bien cuando de repente el productor tuvo una idea. ‘Bajaros los tops para enseñar tanta carne como sea posible’, nos dijo. Había cuatro pantallas de televisión enormes detrás de nosotras y, con los tops bajados, en las pantallas parecía que estábamos desnudas. Nos miramos las unas a las otras. No nos gustaba la idea, pero allí no había nadie a quien pudiéramos pedir ayuda. No queríamos perder nuestra oportunidad, así que, a regañadientes, nos bajamos un poco los tops. Mel, que estaba subida en una caja para que todas pareciéramos de la misma altura, se enfadó y empezó a maldecir entre dientes. ‘Hacedlo otra vez’, dijo el productor. ‘Teneis que bajaros los tops un poco más’. En ese momento estallamos en risas. Pretender que estábamos desnudas nos hacia sentir muy raras, muy poco naturales. Sabíamos que no teníamos que reírnos, pero cuanto más intentábamos evitarlo más risa nos entraba. La risa alivió la situación. estábamos enfadadas y esa era nuestra forma de revelarnos. ‘Marcharos y volved cuando os hayáis calmado’, dijo el director de escena. Hablamos sobre las opciones que teníamos. No queríamos estropear las cosas con el programa de televisión, pero tampoco queríamos que pareciera que estábamos desnudas, nosotras no éramos así. Nos daba miedo que si estábamos demasiado tiempo discutiendo sobre ello se hiciera demasiado tarde como para volver a grabar la canción. Cuando salimos al escenario esa noche, yo empecé la canción con el verso ‘Hay algunas cosas que necesito saber; como pudiste hacerme tanto daño’. Mientras cantaba miré al monitor y vi, proyectada en las pantallas detrás nuestro, la grabación con los tops bajados. Parecíamos desnudas y tristes. All Saints no eran así. No volví a ver a Rob hasta después de muchos meses de esto. Nos pidieron que actuáramos en el Concierto de Esperanza, un concierto benéfico en memoria de Diana, Princesa de Gales, en diciembre. Salvo All Saints, todas las demás bandas que iban a actuar eran masculinas, y nos sentimos muy incómodas en los ensayos. Había una habitación llena de chicos presumiendo y practicando sus escalas. Todos vestidos de forma elegante mientras que nosotras cuatro llevábamos nuestra cómoda ropa de diario. Hacia frío y yo llevaba una chaqueta acolchada, pantalones anchos y un gorro de lana. Allí estaban Boyzone, 911 y Peter Andre. Gary Barlow, el solista y compositor de Take That, estaba sentado al piano y dijo: ‘Que todo el mundo se ponga alrededor del piano, que vamos a cantar algo’. Luego nos miró a nosotras y dijo ‘Esta es vuestra oportunidad de demostrar lo que sois capaces de hacer’. Era tan condescendiente que me hacia sentirme avergonzada. Y de repente un enorme y brillante rayo de luz entró por la puerta. Era Rob. Era finales de noviembre y afuera estaba lloviendo, llevaba un abrigo de piel sintética. Parecía un oso mojado. Yo pensé ‘Es impresionante’. Tan solo con entrar en la habitación, Rob lo cambió todo. Era la primera vez que Rob estaba en la misma habitación que otro miembro de Take That desde que había dejado la banda. No había tenido mucho éxito en su carrera en solitario y por aquella época, Gary Barlow era considerado como el que tenía más talento y el más prometedor miembro de la banda. Rob vino directamente hacia nosotras y nos dio un beso a cada una, luego fue y saludó al resto. Era un tipo espontáneo y destacaba sobre el resto. Parecía mucho más auténtico que cualquiera de los otros. Parecía totalmente fuera de lugar, igual que nosotras. Yo iba a celebrar mi 23 cumpleaños poco después, y en el concierto me armé de valor para invitar a Rob. Cuando entré en el bar estaba casi vacío, solo estaban los otros miembros de la banda, mi hermana Lori y sus amigos. Me senté a la mesa con ellos y pedí una caña. La primera persona en llegar fue Rob. Era temprano, alrededor de las 8, vino directo hacia mí y me deseó feliz cumpleaños. Estaba con su amigo, Charlie. El también se pidió una caña y nos sentamos allí a charlar, principalmente sobre los ensayos. Yo no hacia más que pensar: ‘Estoy muy contenta de que haya venido a mi fiesta de cumpleaños’. Rob y yo hablamos durante una hora más o menos. Fue algo muy dulce. Ambos estábamos sobrios, y fue algo inocente y reconfortante. Me gustó mucho que hubiera llegado temprano y que hubiéramos tenido tiempo para estar juntos antes de que llegaran los demás. Entonces pude conocerle un poco. Me gustaba. Me encantaban sus ojos. Empezaron a llegar otros invitados. Mel se había citado con Stuart Zender, el que tocaba el bajo en la banda Jamiroquai, y todos los de Jamiroquai estaban allí. Después de estar con Rob yo no quería hablar con nadie más y me resultó muy duro separarme de él. Estaba todo el rato mirándole. Fue entonces cuando supe que me atraía. Se que suena raro, pero tan pronto como sé que alguien me gusta, lo evito. Me da terror que pueda darse cuenta de mis sentimientos. Ahora estaba preocupada por no hacer ninguna idiotez y no sabía que decir. Había muchas chicas guapas en el bar, chicas rubias con faldas cortas. Igual que en la escuela, me hacían sentirme muy poco atractiva. Había venido derecha de una sesión de fotos para la promoción de Under The Bridge, y llevaba pantalones de cuero negro y una camiseta negra. Sabía que no destacaba, parecía una de las camareras. Después de un par de horas, Rob se me acercó y me dijo que se iba. El regalo de cumpleaños que me había hecho Stuart era una cámara Polaroid. ‘¿Te sacarás una foto conmigo?’, le pregunté a Rob. El me atrajo hacia sí y me abrazó para la fotografía. Fue algo encantador, lo mejor. Me sentía electrificada. Fue entonces cuando pensé que tal vez yo le gustara. Aquello no fue solo un abrazo de cumpleaños. El concierto de esperanza tuvo lugar al dia siguiente en Battersea Power Station, en Londres. Fue un gran acontecimiento, había diez bandas y un público de 6.000 personas. No vi a Rob, pero sabía que estaba allí y eso era excitante. Yo había llevado cientos de fotos de mi Polaroid y estaba enseñando a la gente las mejores de mi fiesta. Quería enseñarle a Rob la foto de nosotros dos juntos. Estaba subida encima de una caja para poder situarme en cuanto le viera. Una hora antes del show hicimos un ensayo final. Dejé el camerino preguntándome si Rob andaría por allí y si me encontraría con él. Ensayamos Never Ever y estaba ya saliendo del escenario cuando oí una voz 20 pies por detrás de mí cantando a pleno pulmón. Era Rob. Todas nos dimos la vuelta y volvimos para saludarle. ‘Oh, Dios mio’, dije, ‘No he traído las fotos’. Yo llevaba puesta la ropa de la actuación, un abrigo largo sin bolsillos. Al final de la noche todo el mundo nos íbamos yendo. Yo tenía las fotos en el bolsillo y cuando salíamos por la puerta principal, oí a Rob gritando: ‘¡Hasta luego!’. Me di la vuelta. ‘Tengo que enseñarte una foto’, dije. Vino hacia mí y le enseñé la foto de la Polaroid. ‘Es una foto genial’, dijo. Más tarde me dijo que le había llegado al corazón la dulzura con que le enseñé la foto. Me sentía muy satisfecha. No podía dejar de pensar en Rob. Tenía la sensación de que yo le gustaba y quería verle otra vez. Le pedí a nuestro representante que consiguiera el número de teléfono de Rob para mí, pero me faltó el valor para llamarle. ¿Qué podía decirle? ¿Cómo reaccionaría él?. Me gustaba el simple hecho de tener su número, así podría llamarle si quería. Una semana después abrí el periódico y vi que Rob había tenido una cita con Denise Van Outen, que estaba en un curso por encima de mí en la Escuela de Teatro de Sylvia Young. Yo sabía que habían estado flirteando cuando Rob había aparecido en The Big Breakfast, que ella presentaba. Me convencí a mi misma de que no estaba ni disgustada ni enfadada, yo solo quería ser amiga de Rob. Esa noche fui a una fiesta y me emborraché. Volví a casa en un taxi y pensé que era un buen momento, o al menos un momento lo suficientemente bueno, para llamarle. Marqué el número de Rob rápidamente, casi sin pensar, y antes de que pudiera cambiar de idea. Contestó su compañero de habitación, Charlie. ‘Hola, ¿está Rob?’ ‘No’, dijo Charlie. ‘Acaba de salir a comprar leche’. ‘Soy Nicole de All Saints’, dije. ‘¿Puedo dejarte mi número?’. Un segundo después Rob me llamó. No era verdad que hubiera salido, solo estaba filtrando las llamadas. Ambos estábamos encantados de hablar el uno con el otro. ‘Voy a ir a un estudio en el campo para trabajar en mi álbum’, dijo Rob.’¿Por qué no vienes mañana por la noche y cenas conmigo?’. Era una locura. Solo le conocía de un dia. No le conocía en absoluto. ‘Esta bien’, dije. Al dia siguiente casi no podía pensar en nada más. Había reservado un taxi, que resultó ser un destartalado Nissan que no parecía muy seguro para las carreteras heladas. El coche era ruidoso y olía a humedad. Estaba nevando. Me había puesto unos pantalones blancos por la cadera, un top negro y una enorme praka verde. Me estaba congelando. Rob había dicho que era un viaje de 45 minutos, tardamos hora y media. Yo no hacía más que pensar: ‘Estas en medio de ninguna parte. Estas chiflada, Nicole. ¿Qué estas haciendo?’. Cuando por fin llegamos a la granja, pagué rápidamente al taxista, no quería que Rob viera el destartalado coche en el que había llegado. Rob me recibió en la puerta. ‘Todavía no he cenado, así que podemos comer juntos’, dijo. Rob llevaba unos pantalones grises ajustados que parecían incómodos. Llevaba ropa muy ajustada. Yo podía adivinarlo todo. ‘Vamos a comer en el comedor’, dijo. Le seguí. Trajo dos platos cubiertos con plástico transparente. Esa noche el cocinero había hecho asado con patatas y pudín de Yorkshire, la guarnición tradicional. Era difícil de comer y yo no sabía como actuar. Yo quería mostrarme tal como era y ser simpática, pero estaba muy nerviosa. Estaba comportándome como las chicas que odio: sin personalidad, mostrándome de acuerdo con todo.
‘¿Qué pasa con Denise Van Outen, entonces?’, me encontré preguntando. ‘Me mandó un pájaro y una nota que decía: “¿Puedo ser tu chica?”’, me contó Rob. ‘Le di el pájaro a mi madre’. Después de cenar fuimos al estudio donde Rob y yo nos sentamos en un sofá e intentamos parecer ocupados. Yo no quería hacer otra cosa que mirarle. Cogí un libro, pero lo dejé enseguida. Sentía que estaba de más. En la cabina de grabación Rob hizo algo mal y dijo por el micrófono: ‘Me he distraído con la bonita persona que tengo detrás’. Incluida de repente, me eché a reír y me incliné hacia atrás, golpeándome ruidosamente la cabeza con la estantería que tenía detrás. Me puse roja de vergüenza. Me odie a mi misma. Cogí otro libro y empecé a leer. Era un libro lleno de palabras que rimaban para usarlo para escribir letras de canciones. Traté de parecer absorta. Después de alrededor de una hora, Rob salió de la cabina y fuimos andando por la carretera hasta el pub. Yo me sentía más relajada y menos como un accesorio. Acabamos muy borrachos, bebiendo caña tras caña. Al final sentía que era yo misma. De repente ya eran las once de la noche y me di cuenta de que tendría que quedarme a pasar la noche, también pensé que no me había traído nada y que tenía la grabación del video de Under The Bridge a primera hora de la mañana. Salimos del pub y nos quedamos fuera. Rob no me cogió la mano ni nada de eso. Hacía frío, así que me subí la capucha de la praka. Estaba nevando mucho. Rob me bajó la capucha y me besó. De vuelta en la granja Rob y yo nos sentamos a ver la televisión. estábamos tan borrachos que nos quedamos dormidos en el sofá. Todo lo que pensaba era: ‘Tengo que rodar un video mañana. Tengo que despertarme’. El sofá era estrecho. Al final nos despertamos y subimos las escaleras hacia la habitación de Rob. Dormí con una camiseta y unas bragas negras, altas y abrigadas. La verdad era que no había planeado más que llegar a la granja. Le di la espalda. El convirtió la situación en divertida y los dos nos reímos. Yo no hacía más que decir, ‘Por favor, ¿puedes asegurarte de que me levante por la mañana?’. Alguien nos despertó a las siete y media. Había una delgada capa de nieve fuera de la granja y yo tenía que volver a Londres. Bebimos café solo fuerte en grandes tazas. De repente Rob se levantó e imitando perfectamente la voz y los andares de Liam Gallagher recorrió la habitación con un cigarro colgando de su boca y diciendo: ‘Voy a mirar si ha llegado el taxi’. El coche llegó y Rob me acompañó hasta la puerta. ‘Te llamaré luego’, dijo. Fue un lento regreso a Londres entre la nieve. En el rodaje del video, yo estaba contando a todo el mundo mis aventuras nocturnas cuando uno de los estilistas llegó con los periódicos. En la primera página de The Sun había una foto de Rob con Denise Van Outen bajo un titular que decía que estaban enamorados. Rob me había contado la verdad sobre él y Densie, pero me costó mucho trabajo convencer a todo el mundo, especialmente a Natalie, que era muy protectora. ‘El es una estrella del pop muy famosa’, dijo.’No seas ingenua. Por favor, ten cuidado, Nic’. Rob llamó esa tarde. ‘Me lo pasé muy bien anoche’, dijo. ‘Yo también’, dije yo. Me sentí triunfadora. Pensé que tendría noticias de Rob de nuevo en un dia o dos, pero no ocurrió nada. Estaba decidida a no llamarle. Empecé a pensar que no debería haber ido al estudio, no de esa forma, solo porque él me lo había pedido. Una parte de mi creía que tenía que haberme mostrado más difícil de conseguir.
Una semana después estaba lista para salir a cenar con Mel cuando sonó el teléfono. Era Rob y parecía muy excitado. ‘Hola Nic’, dijo. ‘¿Puedes venir a recogerme? Estoy en una fiesta’. ‘¿Dónde?’ ‘En el norte de Londres’. ‘¿Estas bien?’ ‘Si, solo quiero salir de aquí. Quiero irme. He estado levantado toda la noche’. Llamé a Mel y se lo conté. La molestó que lo dejara todo por Rob. ‘Pero parecía muy desesperado’, dije. Cogí un taxi y fui a la dirección que Rob me había dado. Era la casa de uno de los tipos de su banda. Rob estaba tumbado en el sofá. Parecía como si acabara de volver del infierno. A parte de un par de personas recogiendo, allí no había nadie más. Rob necesitaba que le cuidaran. Le resultaba difícil mostrar su vulnerabilidad, comportarse como un marginado era casi una excusa para mostrar esa parte de si mismo. Nos fuimos y volvimos a su casa. Era dos noches antes de nochevieja. Me quedé a dormir. Fue en ese momento cuando Rob y yo empezamos a salir, pero no estábamos preparados para decírselo a nadie, así que pasamos la nochevieja separados. Rob dio un concierto privado en el bar Atlantic en el West End. Mientras tanto, Zoe Ball me invitó a que fuera a su fiesta, con Natalie, su novio, el presentador de televisión Jaime Theakstone, y Samantha Janus. Cuando llegamos estaba muy oscuro. Había un DJ y 60 personas bebiendo. A medianoche nos reunimos para la cuenta atrás del año nuevo. Todo el mundo se abrazaba. En mi corazón yo quería estar con Rob, dándole un beso de año nuevo, pero en lugar de eso terminé besando a Samantha Janus. La mañana del 2 de enero de 1998 los fotógrafos de la prensa me pillaron saliendo de la casa de Rob. Al dia siguiente estaba en todos los periódicos: ‘¿Qué hace Nicole Appleton saliendo de la casa de Robbie Williams a primera hora de la mañana?’. Era la primera foto que tenían de nosotros dos juntos. Mi primer pensamiento fue: ‘Gracias a Dios que me traje ropa para cambiarme y no he salido con la ropa que llevaba anoche’. Nuestra pública relación amorosa había empezado. EL BEBE DE ROBBIE Y NICOLE NICOLE Robbie Williams y yo estábamos muy enamorados. Siempre estábamos riéndonos y sacábamos lo mejor de cada uno. Es por eso que, a pesar de todas las dificultades, duramos tanto tiempo. Lo que más me gustaba de Rob era su sentido del humor, eso y su generosidad. Es una persona muy amable. No es tonto, es muy listo con su dinero, pero todo el mundo es bienvenido en su casa y nunca da nada por sentado. Solíamos pasar horas en la habitación de arriba de Rob, que es como una sala de juegos, escuchando música y pretendiendo ser DJs, haciendo el tonto con su enorme sillón en forma de balón de fútbol y su modelo a tamaño real de un soldado de Star Wars. En otras ocasiones teníamos románticos picnics en Hampstead Heath en el norte de Londres. Al principio, Rob y yo estábamos muy ocupados viajando alrededor del mundo y no teníamos muchas oportunidades para vernos. Era maravilloso cuando podíamos arreglárnoslas para estar en la misma ciudad al mismo tiempo.
En una ocasión, en que llevábamos diez dias sin vernos, estábamos los dos haciendo un show en Paris. Llegar al hotel y saber que él estaba en el mismo edificio fue tan excitante que me empezó a latir muy fuerte el corazón. El hotel tenía un vestíbulo muy largo y recuerdo cuando le vi a él al fondo del mismo. Corrimos el uno hacia el otro y salté entre sus brazos. Estuvimos todo el tiempo en la habitación de alguno de los dos. Desde el principio nuestra relación estuvo bajo un montón de presión. Yo era parte de una banda que era un caos y me llevaba todos los problemas a casa con Rob. Era lamentable. All Saints lo estaba haciendo bien, pero no nos llevábamos bien y yo estaba a menudo triste. Rob era amable y compasivo, siempre estaba ahí. Irónicamente eso es lo que lo hacia más difícil: mi dolor hacia revivir el suyo. Rob nunca fue aceptado en Take That. Me contó como se burlaban de su sobrepeso y todas las reglas y normas con las que tenía que vivir. Una noche nos sentamos en la terraza del tejado de su piso de Notting Hill, en el Oeste de Londres, y empezó a llorar hablando sobre sus experiencias en Take That.