Al dia siguiente, mientras las otras hacían las maletas para volver a casa, Rob y yo fuimos a ver al médico. El no sabía nada de mí. Ni siquiera me preguntó mi grupo sanguíneo soy RH negativo, que es raro. No le interesaba. Solo parecía preocupado por meterme y sacarme de su clínica privada tan rápido como fuera posible. Me hizo algunas preguntas superficiales sobre mi decisión. Luego me examinó. Estas embarazada de cuatro meses, dijo. Yo trataba de no imaginar un feto de cuatro meses. Todavía no era un bebé, era algo que debía hacer. Rob me cogió la mano. El estaba reprimiendo sus sentimientos para apoyarme, pero no era un autómata. Estaba dolido. Esto nos estaba destrozando a los dos. Estas muy avanzada,dijo el doctor. Si no lo hacemos ahora será demasiado tarde. Esta bien, dije. No era la decisión correcta. Yo ya no sabía lo que quería. Había perdido la confianza en mi capacidad para defenderme a mi misma o a mi hijo no nacido. En ese momento creo que hubiera necesitado una fuerza sobrenatural para decir no. Es una operación indolora, dijo el médico. Te mantendremos despierta, así podrás regresar al trabajo casi inmediatamente. Rob fue a sentarse en la sala de espera. El doctor me llevó a un diminuto despacho y allí me senté en una silla como las de los dentistas. Había un enorme aparato para hacer ecografías a mi izquierda. Estarás despierta y sentada durante toda la intervención, dijo jovialmente. Miré hacia la maquina de ecografías. Allí vi algo que parecía como una pequeña alubia. Yo quería decir ¡No, no!, pero parecía imposible. ¡Aquí está!, dijo el doctor. Tocó la alubia con una linterna de plástico y me puso una inyección dentro de la vagina. Esto es para adormecer la zona, dijo. Tal vez la anestesia no era lo suficientemente fuerte o tal vez mi cuerpo estaba oponiendo la última lucha por mi bebé, pero el dolor fue insoportable. Sentía como si estuviera de parto. Lo estoy sintiendo todo, dije jadeando. No digas tonterías, dijo, solo te lo estas imaginando. Ocurrió muy rápido. Oí el ruido del aspirador del equipo de succión, vi el largo tuvo de plástico y vi a la alubia moverse de un lado a otro de la pantalla. Se había acabado tan rápido. Quería que el médico se alejara de mí. Habría podido detenerle. Estaba hecho. Había sangre por todas partes. Tenía el cuerpo dolorido y vació. Todo lo que quería era ver a Rob. Quería llorar y llorar. Lo sentía mucho por mí, por el desastre que era mi vida. De repente, de una forma horrible, con una claridad que sacudió todo mi cuerpo, me di cuenta de lo que había pasado. Mi bebe había desaparecido. Me desmayé. Es muy normal desmayarse, oí a la enfermera decir a Rob cuando recobré el conocimiento. Rob me acercó un vaso de agua para que bebiera y dos analgésicos. Quiero irme a casa, dije. Rob me levantó. Yo estaba débil y en estado de shock. Yo quería estar tan lejos como fuera posible de ese sitio y ese médico. Rob me llevó sosteniéndome fuera hacia la limusina de la discográfica y volvimos al apartamento. No puedo creer lo que he hecho, dije una y otra vez. Quiero suicidarme. Quiero morir. Está bien, dijo Rob. Se te pasará, nena, ya verás. No podemos dar marcha atrás al reloj. Es irreversible, dije. Sentía en el estómago dolores como de parto. Rob me dio otro analgésico y otro trago de agua. Rob fue un ángel, pero yo casi no me fijaba en él, estaba demasiado concentrada en mi propio dolor, en mi propio fracaso. Sentía que no había nada que me importara. El apartamento en la Torre Trump donde nos alojábamos parecía vacío, desocupado. Las otras habían recogido todas sus cosas, listas para irse en el vuelo de la tarde a Inglaterra. Yo esperaba que alguien me abrazara, pero ellas estaban por allí dando vueltas, recogiendo botellas de aquí y cosas de allá. Me tumbé en el sofá. Rob me rodeó con sus brazos. Nadie me preguntó como estaba. Oía a Shaznay hablar sobre todas las cosas fabulosas que se había conseguido durante su sesión de compras. Mel evitaba mirarme. Quería que me abrazara, quería que ella, de entre toda aquella gente, me entendiera. Pero ella no podía estar cerca de mí. Natalie entró en la habitación y me dio un abrazo. Ella fue la única que tuvo las agallas de acercarse a mí. ¿Estas bien?, preguntó. Me siento fatal, dije. Me miró a la cara. ¿Te duele?. Si, muchísimo, contesté. Por Dios, Nic, lo siento mucho. Y de repente Natalie se puso a llorar. Yo no quería que te pasara esto. No quería hacerte daño. Lo siento mucho. Es demasiado tarde, Nat, dije. Te quiero, pero ahora quiero que nos dejes solos. Se levantó del sofá. Me duele mucho, dije. No sé lo que me han hecho. No te culpo. NATALIE Cuando vi a Nic tumbada allí en el sofá, en posición fetal, me di cuenta de por lo que había pasado. Estaba desolada por lo que había pasado. Estaba pálida. Con grandes ojeras alrededor de los ojos. Me sentía culpable. Yo no la había defendido. Le había fallado a mi hermana pequeña. Cuando la pregunté como estaba, Nic levantó los brazos y me abrazó. Me rompió el corazón. Me temblaba la mandíbula. No había palabras para expresar como lo sentía, lo desgraciada que me sentía. Todavía vivo con ese sentimiento de culpabilidad. Hay cosas que son irreparables. NICOLE Diez minutos después el lugar estaba vacío. Natalie, Mel, Shaznay, Shiara, John y la gente de la compañía de discos se habían ido a coger el vuelo a casa. La habitación parecía desnuda, sin vida. Solo estábamos Rob y yo y aquel gran y enorme vacío. Entonces, y solo entonces, encontré dentro de mí la fuerza que había necesitado para decir No, para haber luchado por mis derechos. Podía haberlo detenido, debería haberlo detenido. Así es como empecé a torturarme a mi misma. Fue el peor dia de mi vida. Rob y yo nos tumbamos en la cama y nos abrazamos dulcemente. El dolor todavía era agudo, tan profundo. No podría olvidar lo que había pasado ni aunque hubiera querido. Nos tumbamos allí juntos, contando chistes, intentando relajar el ambiente. Fue horrible, difícil, equivocado. Antes teníamos planes, un futuro al que mirar con el niño que habíamos concebido. Ahora no teníamos nada. Solo algo muerto entre nosotros. Ya no sabíamos como estar el uno con el otro, que decir, como acabar con el dolor. Rob había querido este bebé. Yo recordaba escenas de él tocándome el vientre y diciendo Me estas salvando la vida. Yo no sabía si me había perdonado. Aun hoy en dia, todavía no lo sé. El aborto tenía que haber simbolizado todo lo que él odiaba sobre como este negocio puede controlar tu vida. Me sentía muy apenada porque él hubiera perdido a su niño. Pasamos la noche en el apartamento. estábamos inquietos y ninguno de los dos durmió. La compañía de discos nos había reservado un vuelo de siete horas a Inglaterra, pero aquello parecía algo imposible. ¿Qué pasaría si tenía una hemorragia? Rob hizo una llamada y consiguió un vuelo en el Concorde. La banda tenía un compromiso la semana siguiente para actuar en un concierto privado dado por el Sultán de Brunei por el cumpleaños de la princesa Hamida. Era importante que yo estuviera allí. En medio de todo, mi trabajo era una razón para seguir adelante. Cuando llegué a casa, fui derecha a ver a mi madre y lloramos juntas. Oh, Nicole, dijo. Lo siento mucho. Sentía mi dolor como si fuera suyo. Lo sabía. Era un dulce alivio estar a su lado, que me abrazara y me diera cariño. Pero de vuelta a Londres, en los ensayos, nadie dijo una palabra. Era como si no hubiera pasado nada el embarazo, el aborto, el continuo e insoportable dolor. Yo estaba delgada y sangraba constantemente. Me miraba en el espejo y me veía pálida. Me habían dicho que no viajara durante dos semanas, pero una semana después de volver de Nueva York, volamos a Brunei. La familia real tenía su propia bolera, discoteca y parque de atracciones. En el centro había una enorme y preciosa fuente luminosa. Nos dieron a cada una carritos dorados para conducirlos por allí, en los que sonaba Capital Radio de Londres, y nuestra propia mansión. Era como algo salido de un cuento de hadas; había mármol por todas partes, incluso en los caminos. El personal del palacio no podía hacer más por nosotras. Un dia Shiara y yo nos quedamos dormidas en la piscina. Cuando nos despertamos estábamos rodeadas de bandejas de nuestra comida favorita: cocktails, patatas fritas y M&Ms. Por su cumpleaños, a la princesa Hamida le regalaron un diamante del tamaño de una pelota. Un dia me llevó en su Ferrari hecho de encargo. Una vez que la compañía lo había fabricado, la familia pagó para que rompieran el molde. Actuamos junto a Janet Jackson y dimos dos conciertos, uno para el público y otro para la princesa. Tuvimos que ir a la mansión de Janet Jackson para recibir nuestros regalos. Cada una recibimos un reloj con joyas incrustadas. El mio tenía esmeraldas y el de Natalie rubíes. Intenté pasármelo bien y andaba sobre todo con Shiara. Después de algunos dias, Mel se fue para reunirse con su novio Stuart en Bali. Casi no habíamos hablado. Cuando volví a casa fui a un reconocimiento con un médico en Londres. Algo va mal, dije. Todavía sangro y me duele. ¿Me estoy muriendo?. ¿Muriendote?. El doctor fue frío y despectivo. Estas bien. Mirando hacia atrás, creo que lo único que le preocupaba a todo el mundo era que el doctor confirmara que estaba lo suficientemente bien para actuar con la banda. Lo único que importaba era nuestro éxito y nuestra habilidad para hacer dinero. Me sentía impotente. Se me veía en fiestas continuamente y me gané una reputación glamorosa, pero en realidad solo estaba ahogando la pena sobre la que no podía hablar. Salía con gente, y quería contarles lo que había pasado, pero no podía. El miedo a la compañía de discos me mantenía en silencio. Nadie quería hablar sobre ello. Sabía que le había fallado a Rob, así que tampoco podía hablar con él. Recordaba lo bien que me había sentido cuando estaba embarazada. Me había dicho que le estaba salvando la vida y yo traicioné su confianza. estábamos increíblemente ocupadas, pero yo todavía sangraba. Me estaba pasando algo malo. Perdí más de 12 kilos de peso. Fui a ver a otro doctor y luego a otro. Me hicieron análisis de tiroides y de sida. Todo dio negativo. Meses después del aborto, tuve una gran hemorragia. Horrorizada, lo recogí en un bote y se lo llevé a una doctora que mi madre me había buscado. Cuando vio el contenido del tarro y escuchó mi historia, se quedó callada. Luego me di cuenta de que estaba atónita. Eso son restos de tejidos, dijo. Tu aborto fue incompleto. ¿Cómo has tardado tanto en ir a ver a un médico?. Pensé en todas las veces que Rob y yo nos habíamos sentado en consultas de médicos solo para que nos dijeran que yo estaba fingiendo, cuando en realidad resultaba que el aborto había sido incompleto. Empecé a llorar, con una mezcla de furia, alivio y un dolor ciego. Sabía que algo iba mal, pero nadie me escuchaba, dije. Esto explica porque te has estado sintiendo tan mal, dijo la doctora. Estaba furiosa. Por eso has perdido tanto peso, tu cuerpo estaba tratando de expulsarlo. Me examinó y me hizo preguntas sobre mi grupo sanguíneo y los síntomas. Antes de la operación, ¿te dieron una inyección para el RH?, preguntó. Ni siquiera me preguntaron cual era mi tipo de sangre, dije. La doctora estaba horrorizada. Es un procedimiento habitual, dijo. Debido a tu raro tipo de sangre necesitas una inyección para proteger a los futuros fetos. Podrías haber tenido una infección en el útero. ¿Qué significa eso?, pregunté. En el peor de los casos, dijo, significaría que no podrías tener más niños. Yo estaba horrorizada, me sentía violada por el poder de una industria que obliga a una mujer a sacrificar a su hijo para mantener unida a una banda. Mi vida había estado en manos de un médico que había tenido tan poco cuidado con ella como podría haberlo tenido con la de un perro callejero. En la consulta con este médico, me enteré de que a los cuatro meses el embarazo ya estaba demasiado avanzado para la operación que me habían hecho. Me tenían que haber hecho un tipo diferente de operación, pero ello habría llevado más tiempo y me habría costado más recuperarme. No hubiera podido volver al trabajo tan pronto. ¿Y que hay de la terapia?, me preguntó la doctora. ¿Te ofrecieron alguna terapia para ayudarte a superar el trauma emocional del aborto?. No, dije. Lo más importante era que no se supiera nada de esto. Yo necesitaba respuestas. Cuando volví a casa llamé al médico de Nueva York. Necesito ver mi historial médico, dije. Veré que puedo hacer, me contestó. Me llamó muchas horas después. Siento tener que decirte, dijo, que tu historia se ha perdido. Perdida no: eliminada. No querían que ni yo ni nadie supiera la verdad. Poco después saltó la noticia de que la Scary Spice estaba embarazada, y luego la Spice Pija. Ellas eran chicas despreocupadas, solteras y salvajes y la noticia fue recibida con alegría. Dos de las Spice Girls estaban embarazadas, ¡Enhorabuena!. Dos embarazos en la misma banda. Por primera vez deseé estar en su banda. Nadie sabía lo que yo había sacrificado, y según pasaba el tiempo, me di cuenta de que a nadie le importaba.
Mel había dicho que si la presionaban para que abortara, dejaría la banda. Y de alguna forma, su desafío, su firmeza, hizo que todo el mundo la respetara, incluso Shaznay. Yo veía crecer el vientre de Mel, veía su entusiasmo, veía todo el apoyo que recibía. Yo solía tocar su barriga, sintiendo las patadas de su bebé. Mel no se sentía culpable. Ella mantuvo su palabra y estaba orgullosa de ello. Tu eres una idiota, dijo Y tenía razón.
miércoles, 9 de abril de 2008
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1 comentario:
que triste ;(
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